Mascotas clonadas, de mito a realidad
La noticia de la clonación de Sammie, la perrita de la cantante Barbra Streisand, puso en evidencia la industria de copiar animales. Por 50.000 dólares cualquiera puede tener un ejemplar idéntico de su perro, y por la mitad de esa suma, el de un gato.
La revista Variety trae una entrevista sobre acoso sexual en Hollywood con nadie menos que la veterana cantante y actriz Barbra Streisand, de 75 años. Curiosamente, ese tema no cautivó la atención de los medios tanto como un comentario al margen que ella ofreció sobre su vida cotidiana: dos de los tres perros que la acompañaban en el momento, Miss Violet y Miss Scarlet, eran clones de Samantha, su mascota coton de tulear fallecida en mayo de 2017, luego de 14 años a su lado. La noticia levantó toda suerte de críticas y puso en evidencia una desconocida y controvertida industria: la clonación de mascotas.
Como muchos, Streisand sometió a Sammie a este proceso para no perderla del todo. “Era más fácil dejarla ir si mantenía viva cualquier cosa que viniera de su ADN”. Antes de morir, el veterinario tomó muestras de células de la piel del estómago y los cachetes de Sammie y las envió a Viagen, una compañía en Texas que ofrece estos servicios. Cobra 1.600 dólares (casi 5 millones de pesos) por preservar durante décadas las muestras de ADN de la mascota; 50.000 dólares (150 millones de pesos) por clonar perros; y 25.000 dólares (75 millones de pesos) por los de gato. Al cabo de unos meses le informaron que el procedimiento había generado cuatro clones, de los cuales la artista conservó dos.
La clonación existe desde hace 20 años cuando científicos del Instituto Roslin, en Escocia, lograron crear a la oveja Dolly, el primer animal clonado en la historia. Desde entonces la ciencia ha repetido ese procedimiento con al menos 20 especies de mamíferos, como caballos, vacas, conejos, ratones y recientemente con macacos. El sistema usado hoy es el mismo que los científicos aplicaron con Dolly: la transferencia nuclear de células somáticas.
El primer paso consiste en recolectar una célula del cuerpo del donante, preferiblemente mientras esté vivo. En el laboratorio los científicos toman un óvulo sin núcleo de un donante e implantan el núcleo de la célula del animal a clonar. Luego de esta fusión, una descarga de electricidad promueve la división celular y se forma un embrión que se implanta en un animal sustituto para que lleve a término la gestación. Los retoños nacen casi siempre por cesárea. Según el sitio web de Viagen, el proceso puede tomar 60 días y es posible hacerlo con perros de cualquier raza, edad y tamaño. Se calcula que solo entre 20 a 40 por ciento de los intentos tienen éxito, lo que hace que el procedimiento pueda provocar abortos espontáneos y muertes al nacer.
Hoy algunos laboratorios realizan procedimientos a escalas casi industriales. Como esa industria no tiene regulación, no hay cifras exactas, pero según reportes, solo el laboratorio Sooam, de Corea del Sur, ha clonado en los últimos años 600 perros y gatos para fines comerciales, a 100.000 dólares cada uno. Su competencia, Viagen, asegura haber hecho la clonación de 100 animales domésticos.
La demanda por este tipo de procedimientos va en aumento y no solo los costean los millonarios como la Streisand. Rich Hazelwood, propietario del Celebrity Theatre, en Arizona, se convirtió en un cliente cuando su mascota Jackie O, un híbrido de jack russell terrier, black scottish terrier y bulldog inglés, empezó a mostrar señales de vejez y ya no podía acompañarlo a abrir la función diaria en el teatro como lo había hecho por casi dos décadas. “Era una locura pagar 50.000 dólares pero después de 17 años con ella me pareció una cifra insignificante”, dijo Hazelwood a la cadena de noticias CBS. Amy Vangermert hizo lo mismo con su perro Buhner, de 12 años. El resultado fueron Buhner Junior y Ditto, y está tan satisfecha con ellos que piensa clonar al original muchas veces más.
La clonación, además, se ha convertido en una forma de reproducción en la ganadería. Una firma en China conocida como Boyalife construyó una sede en Tianjin, donde espera producir un millón de embriones vacunos al año, así como perros y caballos. Otra industria, BGI, se ha convertido en la mayor productora de cerdos clonados con 500 ejemplares al año, algunos de los cuales son destinados para investigación. Se cree que un porcentaje de la carne y la leche en algunos países del mundo proviene de animales clonados. Aunque los estudios señalan que no encierran riesgos para el consumo humano, el experto en bioética Arthur Caplan, del Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York, dice que la clonación en este campo es innecesaria. “Hacer costillas de cerdo y chuletas de cordero se logra con la reproducción selectiva, más barata y más confiable”, dijo a SEMANA.
Caplan ve la clonación como una posibilidad en la agricultura y, quién lo creyera, en el polo. Según la revista Science, Crestview Genetics ha clonado 200 caballos desde 2009, entre los que se incluyen 25 copias para ese deporte. En diciembre de 2016, La Dolfina, el equipo del argentino Adolfo Cambiaso -el mejor jugador de polo del mundo-, ganó un prestigioso torneo en Palermo, Buenos Aires, con seis clones. Con esto dejó callados a muchos críticos que creían imposible que alcanzaran el mismo desempeño del original.
Hay muchas reservas sobre qué tanto se parece el clon al original. Estas empresas señalan que los clones son como gemelos idénticos que nacieron en fechas diferentes. Aun así, no descartan variaciones y estas se dan porque los genes no lo son todo. Se cree que ciertos factores en el ambiente funcionan como un interruptor que enciende y apaga los genes. De esta forma, algunas variables como la dieta o el estrés alteran la genética del individuo durante la gestación. Al nacer, además, el temperamento se forma a partir de las interacciones con el mundo. Para sorpresa de Streisand, esto sucedió con Miss Violet y Miss Scarlet, pues con frustración relató que la personalidad de los perros no es igual a la de Sammie. “Espero que crezcan un poco para ver si tienen sus ojos marrones y su seriedad”.
Que no sean copias perfectas sirve de argumento a quienes señalan que la clonación es una pérdida de dinero porque la dieta, el ambiente, el entrenamiento y la suerte perfilan los genes, como le dijo Caplan a SEMANA. “La clonación genera un cuerpo similar, pero no regresa la personalidad ni la mente de ese animal. Si sueña con resucitar a su mascota, se verá altamente defraudado”, declara Vicki Katrinak, de Human Society of The United States, una de las más grandes organizaciones para la protección de animales; dice que estas compañías “se valen del sufrimiento de los amos para prometer falsamente una réplica de sus adoradas mascotas”.
También señalan el argumento ético de que ya hay suficientes animales sin hogar en el mundo, muchos de los cuales terminan sacrificados porque no hay cómo mantenerlos. Los activistas creen que con el dinero de la clonación se podrían mejorar las condiciones de los albergues de perros sin dueño. Ingrid Newkirk, presidenta de Peta, dijo a los medios que le hubiera gustado convencer a Streisand de adoptar en lugar de optar por clonación, pues “esta práctica no se justifica de ninguna manera” Para Javier González, porfesor del Departamento de Bioética de la Universidad Javeriana, el riesgo mayor de esta práctica es que hace pensar que los animales existen para el ser humano. “Mandar a hacer una mascota es una acción que refuerza que podemos disponer de ellos como queramos”, señala.
Para otros, sin embargo, no se trata del dinero ni de adoptar o no, sino de aceptar la muerte. Como lo dice Arwa Mahdawi, columnista del diario londinense The Guardian, lo triste de la noticia de Streisand no es que haya pagado mucho dinero por el procedimiento, sino que “falló al no entender el aspecto más fundamental de la vida: que tiene un final”.