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LECTURA OBLIGADA PARA UN ZOOTECNISTA

Por: ALEJANDRO URIBE PERALTA

 

Como ejemplo podríamos citar aquellos animales criollos de la raza Romo Sinuano que fueron llevados a los Estados Unidos, allá podrán expresar los genes sobre los cuales los nuevos propietarios hagan presión y seguramente ofrecerán resultados económicos atractivos a quienes hicieron la inversión pero, una vez han sido seleccionados a nuevas metas, con otras restricciones, les iría muy mal si regresasen a las orillas del Río Sinú.

Curiosamente la situación que conceptualmente hemos llamado de “equilibrio” ha de estar desequilibrada para el animal, es decir han de ser más altos los límites de la pirámide que las exigencias del animal, así y solamente así, existiría el espacio requerido para lograr una mejoría en las expresiones de los animales. Si pensamos en la existencia de un equilibrio exacto, preciso y máximo no quedaría el espacio requerido para aceptar las expresiones positivas de la especie.

Parece entonces que para lograr un incremento en la producción bovina, la propuesta genética interpretada como lo hemos hecho no es la solución más adecuada aun cuando todavía se continúa escribiendo sobre la culpabilidad que conlleva para el desarrollo ganadero la: “…. baja capacidad genética del pie de cría.” Y sobre su aplicación pues algunos esperan que: “.. se convierta en herramienta obligada… para los productores individuales.”(La ganadería Bovina en Colombia 1996 – 1997, Fondo Nacional del Ganado, Fedegan, 1998, págs 16,62), todo esto sin caer en la cuenta que materialmente todas las razas bovinas del mundo han sido importadas a nuestro país, demostrando esto a las claras que la solución del problema no se encuentra en la importación de nuevos genes y que la solución de nuestros problemas de baja producción cárnica ha de tener asiento en otros conceptos.

Reconocemos que la Genética es la explicación humana de como una especie logra trasmitir las características de los parentales a sus crías y aceptamos que con la manipulación del ser humano se pueden seleccionar y multiplicar ciertos individuos que poseen y trasmiten condiciones especiales.

El corolario de lo anterior es que las características presionadas por el humano para los individuos que el mismo selecciona y reproduce requieren de ciertos cambios en el ambiente, el medio y los recursos que los rodean. Es también aceptable que si la resultante de las variables anteriores (el volumen de la pirámide) puede dar lugar a expresiones superiores en los animales y estas no se han presentado por la selección natural (situación por demás curiosa) sea el hombre quien estimule su aparición y multiplique esa característica.

A la vez sería desestimulante el que un hombre que habita un sitio de ambientes, medios y recursos restringidos se dedicase a propender por la aparición de ciertas características en una especie cuya expresión exige de espacios que no posee el sitio donde aplica la selección. Se debe caer en la cuenta que si a una expresión viva de la naturaleza se le selecciona para producir el doble, esta especie requerirá del sitio que la rodea cerca de dos veces más recursos y sin cambiar el ambiente requerirá también de mejores medios. En nuestro caso no mejoramos en esa proporción la oferta pero si queremos obtener el doble en las producciones.

Este último y extraño procedimiento lo hemos seguido, estimulado y llevado a cabo con nuestros bovinos y con muchas de las plantas importadas y en este momento nos encontramos tratando de descifrar cuales han sido los muy costosos efectos que la selección de este sistema de producción ha tenido sobre el producto económico de nuestros animales y vegetales.

Los genes (el indestructible DNA) se han traído a nuestro medio de otros lugares y países muy diferentes. Utilizando algo que en el caso de los bovinos podríamos semejar a una espiral con tres descansos: la primera a través de la inseminación artificial, la segunda a través del trasplante embrionario y la tercera, que ya se vislumbra, a través de la clonación. En todos los sistemas se ha presentado un olímpico desdén hacia las condiciones medio ambientales que rodean y que modelan a los genes.

Con la inseminación artificial se lograron multiplicar unas familias de alta producción y como es apenas lógico, de altas exigencias.

El ganadero ha seleccionado tradicionalmente sus animales con base en las posibilidades de incrementar su producción y ha hecho caso omiso de las mayores exigencias que estos animales poseen.

Los resultados negativos han sido notorios y se han desbordado los problemas sanitarios de este tipo de animales (Problemas reproductivos en el ganado de leche por ejemplo). Ha sido tan amplia la brecha que se encuentra entre la genética y la alimentación de los animales que esto ha sido estudiado y reportado – como una traducción libre – en una de las Revistas de la Asociación Holstein de Colombia, este artículo aparecido en los Estados Unidos ( Abubakar.B.Y., R.E. McDowell and L.D. Van Vleck.,1987,Interaction of genotype and environment for breeding efficiency and milk production of Holsteins in Mexico and Colombia, Trop. Agric. (Trinidad Vol 64 # 1, pags 17 -22) tiene como base de estudio nuestros propios datos y muestra sin duda que los toros que dan origen a las mejores productoras en los Estados Unidos no se escalonan en la misma secuencia en nuestro medio e incluso, los grandes toros de allá son fácilmente superados por toros que han sido criados en nuestro medio, indicando de pasada que no llegamos a las producciones esperadas y que en la medida en que utilizamos toros “mejorantes” en nuestras vacas son más largos los periodos interpartos en sus crías.

Con la importación de embriones se han atropellado aun más las condiciones naturales pues a partir del hallazgo académico que demostró la posibilidad de hacer crecer y nacer un embrión en un útero ajeno, se vendió la idea de la poca importancia que implicaba el medio ambiente uterino para el individuo trasplantado.

Es así como, para la multiplicación de óvulos de hembras seleccionados se usó y se usan dosis anormalmente elevadas de hormonas y otras substancias en las excelentes vacas donantes, de las cuales, luego de ser inseminadas, se extraen los embriones y son colocados en sendos úteros ajenos cuyo ciclo reproducido ha sido temporalmente modificado para hacerlo lo más similar posible al de la donante. Aquí se confunden y hacen un extraño nudo: la lógica, la expectativa del propietario, los negocios y todos se arropan y muestran a los terceros la capa de la academia que pocos entienden pero que todos respetan.

La lógica natural indica que un embrión no se puede desarrollar acorde con sus posibilidades en un medio y en un ambiente (útero) cuyo tamaño, capacidad alimenticia, partición de nutrientes en la sangre que lo nutre, control hormonal y seguramente muchas otras condiciones, es inferior a aquel sistema que le dio origen.

Seguramente un embrión de condiciones genéticas superiores se beneficiaría más si el útero que lo recibe es mejor en condiciones y recursos que el útero al cual naturalmente pertenece.

También se ha ocultado que un porcentaje significativo de las vacas donantes se torna estéril debido al tratamiento hormonal. Puesto en otras palabras: para obtener el mejor de los resultados la vaca receptora ha de ser mejor en todo sentido: producción, sanidad, equilibrio corporal, etc., que la donante. El proponer y estimular esta línea de pensamiento tendería a anular la premisa del negocio económico y dejaría sin piso al esperanzado ganadero, pero estaría de acuerdo con la lógica natural y de paso con la academia.

Con la futura clonación de animales (hombre incluido) que se reconoce desde ya como un experimento viable, algunos presumen que es inexistente el efecto de modelaje que sobre el individuo hacen el medio y el ambiente, desdeñan las condiciones internas, el efecto de la calidad y la edad del útero de la madre biológica sobre el embrión y las condiciones que tuvo el animal cuando fue concebido, creció, nació y fue alimentado por su propia madre bajo unas condiciones ambientales dadas. Los defensores del sistema presumen entonces que las condiciones alteradas que rodean al nuevo “clon” tendrán el mismo efecto de aquellas que modelaron a quien se quiere duplicar, y opinan entonces que se producirá un animal cuyo comportamiento sería idéntico a su predecesor.

Esto no suena absurdo pero, de dos semillas idénticas de uvas, sembradas en el mismo suelo pero en distintos años, una podrá producir el mejor vino y la otra vinagre; si entre los animales se pudiesen clonar los dinosaurios estos podrían nacer, pero no tendrían las especies vegetales que ellos consumían hace millones de años y morirían de hambre y si entre los humanos se clonase a Sir Isaac Newton – (mi selección personal como lo mejor) y naciese en el medio de nuestros Llanos del Casanare, gestado en una fuerte y joven mujer, nacido a orillas del Río Guanapalo, vigilado por la abuela y enseñado en la escuela pública, posiblemente sería un buen vaquero de ganado criollo pero jamás el extraordinario físico que estableció hace cerca de 330 años las leyes de la atracción universal.

La clonación de especies servirá sin lugar a dudas para explicar con cifras estadísticas el ” Efecto del clima sobre los seres organizados ” como escribiera Francisco José de Caldas en 1809, en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, Tal vez entonces, aquellos que aceptan la lógica solamente cuando la estiman en valores porcentuales, se sirvan aceptar que las leyes de la naturaleza se sirvieron crear al ser humano para conocerse a sí misma y no para ser desafiada por los cambiantes deseos de este producto.

Debemos aceptar que los múltiples nichos de nuestro país albergan miles de especies vegetales y animales muchas de las cuales se entrecruzan y en sus nudos atrapan a ciertos individuos que siendo ajenos al sistema no saben como transitarlos y menos deshacerlos.

Esto hace nuestro país un centro de “nudos conocidos” para nuestra academia pero, de “nudos difíciles” si quien lo compara es alguien que habita otro sitio y en el cual las especies vegetales y animales solamente se cuentan por cientos y cuyos nudos son para nosotros diferentes.

Curiosamente una de nuestras metas de “desarrollo” ha sido la de invertir una buena cantidad de tiempo en estudiar y reconocer como son los nudos extranjeros e incluso aprender a deshacerlos, para luego, regresar el país e intentar que nuestros nudos sean iguales a los de ellos para demostrar nuestra sabiduría en deshacerlos. Con este sistema hemos logrado hacer unas marañas que deben hacernos sonrojar pues hoy el desprevenido colombiano nos señala que los nudos que hemos hecho y deshecho son inaplicables por ser extranjeros y los nuestros siguen sin solución.

Lógicamente los animales criados y multiplicados por las personas de otros lugares también encuentran en nuestro país un sitio difícil, distinto y de “nudos extraños”. En esta dificultad y en esta diferencia se hallan nuestras bondades y nuestros “problemas por comparación”. Por comparación se nos achaca la presencia de múltiples enfermedades y de condiciones inhóspitas, sin caer en la cuenta el revisor extranjero que a nuestras enfermedades o las controla nuestro organismo o ya sabemos algo de ese problema pues compartimos nuestro comedor con ellas y lo inhóspito es tan relativo que puede ser placentero a quien vive en él.

Personalmente me parecen inhóspitos la nieve y el frío que durante el invierno sirve de diversión y apropiado sistema de vida para muchos. He acompañado a muchos extranjeros que nos visitan y sufren del estrago que hacen nuestras amebas en su organismo y esto es inhóspito para ellos. En otros casos he asistido a las fracturas óseas de aquellos Colombianos que desean lidiar en otros países con los deportes de la nieve y que han terminado enyesados por divertirse en un medio ajeno y desconocido. Cada uno en su sitio posee sus propias ventajas que para otro pueden ser costosas desventajas.

Las diferencias se inician cuando los contendores se quieren juzgar mutuamente y cada uno quiere hacer del otro su imagen y semejanza. Ahí está el error.

Para nuestros ganaderos y sus asesores debe ser claro que si el país produce pastos propios, si está sujeto a condiciones propias, si posee una diversidad biológica enorme, no debe desgastarse en producir aquello que sus condiciones no favorecen, no debe intentar ser tan similar a Nueva Zelandia, por ejemplo, que traiga las vacas de allá, ni desear ser tan Argentino que importe sus animales, ni tan Suizo o Alemán que importe sus mejores genes porque sencillamente no se puede tornar nuestra ganadería en un costoso zoológico que sirva de campo abonado para extrañas respuestas y curiosas enfermedades.

Si nuestro país produce pasto, entonces solo pasto comerán sus vacas, esta es nuestra realidad y nuestra ventaja: Colombia produce pastos y esta será la base de los productos que se han de ofrecer a los extranjeros: una leche y una carne producida con base en pastos y en los cuales no se encuentran los residuos de aquellos químicos inventados por el hombre para combatir las plagas de los vegetales con que otros los alimentan y que es una carne cuya composición y sabor es aquel que produce nuestro suelo y nuestros pastos, una leche y una carne que por su sistema de producción no se verá expuesta a los fármacos que se inyectan para mantener vivos animales extranjeros.

No nos debemos desgastar tratando de hallar un puesto a nuestros productos pecuarios en el mercado internacional ofreciendo una leche “parecida” a la Nueva Zelanda o a la de Wisconsin, o una carne “similar” a la Argentina o a la Australiana.

Nuestros ganaderos, nuestros ganados y nuestras metas en producción animal guiadas por el Estado deben tener nuestro sello que las diferencia de otras y no podemos seguir siendo ante los ganaderos del mundo los mimos internacionales que copian al transeúnte de moda para más tarde abandonarlo y continuar con el siguiente. Además debería ser por lo menos un tema de discusión para las entidades que ofrecen las aprobaciones a quienes desean y pueden importar leche y carne de otros sitios, el que esta leche y esta carne debería ser igual en origen y composición a la nuestra.

Debemos colocar el sabor de nuestra tierra en los mercados, solamente así haremos respetar nuestros esfuerzos como ganaderos. Nuestros animales tendrán su propio sabor, serán animales más pequeños que los de otros sitios pero serán más saludables al consumidor y más costosos en el mercado. Esa debe ser nuestra posición internacional y la que han de tener nuestros productos, hacia allá deberá dirigirse la investigación y será obligación de las agencias especializadas del Estado el mantenimiento de un banco de respuestas a los interesados.

Como un ejemplo de las situaciones que se han presentado y para el caso de la producción de leche podríamos hacer unos cálculos respecto a la selección de los bovinos y su situación respecto a los recursos del medio ambiente. Podemos calcular que en un período de tiempo relativamente corto (cinco años?) podríamos pasar de poseer animales que producen 3 toneladas de leche al año a animales que podrían producir 6 toneladas de leche al año.

El primer caso sería el de una vaca con una producción promedio de 10 litros por día y en el segundo una vaca de 20 litros por día. Si las vacas tienen el mismo peso corporal (550 kilos) y para un período de 305 días, la vaca que produce 10 litros diarios de leche requeriría en su ración total: 392 kilos de proteína, 9308 Megacalorias de Energía Digerible (equivalentes a 1.47 kilovatios), 16.5 kilos de Calcio y 10.9 kilos de Fósforo y la vaca que produce 20 litros de leche por día requeriría anualmente: 667 kilos de proteína, 13640 Megacalorias ( equivalentes a 2.16 kilovatios), 26.3 kilos de Calcio y 17 kilos de Fósforo (Datos calculados de cifras del N.R.C., Nutrient Requirements of Dairy Cattle, 1989, National Academy of Sciences, Washington, U.S.A ).

Es decir que la vaca que produce el doble de leche al año requiere el 60 % más de nutrientes que la vaca que produce 10 litros / día. Para el caso de la energía se ha colocado entre paréntesis el equivalente en kilovatios de la Energía Digestible requerida e inicialmente expresada en calorías; vale la pena mencionar que aun cuando reconocemos en los kilovatios una unidad de fuerza esta no ha sido la unidad para medidas en alimentación y se utilizan preferiblemente la caloría o el Joule (Julio); pero comparativamente podemos visualizar que la vaca que produce 10 litros diarios requiere la energía suficiente para mantener 15 bombillos de 100 vatios prendidos permanentemente y, aquella que produce 20 litros requiere la energía para mantener prendidos 22 bombillos de 100 vatios cada uno.

De consumir los dos animales la misma cantidad de alimento por día, la vaca de mayor producción requiere algo así como la energía extra para lograr mantener encendidos 7 bombillos de 100 vatios cada uno.

La pregunta que se debe resolver por el ganadero es la siguiente: ¿Dónde se encuentran esos “bombillos” extras que requieren los nuevos animales si la pradera sigue siendo la misma y nuestros pastos solamente pueden producir lo suficiente para producir 3 toneladas de leche por año?.

La respuesta honesta es que el ganadero debe solicitar y pagar por esos recursos extras pues deben provenir de otros sitios y siempre serán más costosos que el pasto de su propia tierra, además generalmente provendrán de una mezcla de granos que el país no produce.

Si la vaca de alta producción no es suplementada con las adecuadas cantidades y calidades de nutrientes que requiere, esos recursos para producción prevendrán de las reservas tanto proteicas (músculo) como energéticas (grasa) que tiene en su propio organismo.

Es claro entonces que la vaca de mayor producción de leche ha de echar mano a mayores cantidades de sus reservas corpóreas para cumplir el objetivo de producir mayores cantidades de leche (guiada por su formación genética) pero, las reservas de la vaca tienen su limite.

El animal al movilizar los constituyentes de su propio organismo estará perdiendo peso y por lo tanto se encontrará en una situación de un “balance negativo” pues produce más nutrientes en la leche de los nutrientes que consume. Esta situación será tan sostenible como grandes sean las reservas del animal (de todas maneras una situación finita), mientras esto se sucede, se estará causando un excesivo reacomodamiento de las reservas del animal y estos drenajes y movilizaciones desajustan en forma negativa a la vaca.

Uno de los efectos de este desequilibrio es el que la vaca no presentará un ciclo reproductivo normal, los ovarios se atrofiarán, no serán funcionales y quedarán a la espera del momento en el cual lleguen de nuevo los recursos adecuados para retomar sus funciones.

La enorme extracción proteica llevará al animal a disminuir los niveles de ciertas proteínas de protección: las inmunoglobulinas y con esta caída se resquebraja el sistema defensivo del animal. Primero caerán las inmunoglobulinas que defienden al animal de enfermedades “con poca importancia para la vida de la vaca ” pero de seguir el drenaje terminarán cayendo incluso aquellas que la protegen de enfermedades que realmente pueden poner en estado de riesgo su propia existencia.

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